Las familias suelen notar por primera vez el síndrome de Dravet en un bebé que presenta una convulsión prolongada con fiebre —a menudo una convulsión generalizada— que comienza en el primer año de vida, por lo general entre los 5 y 8 meses. Tras ese primer episodio, las convulsiones pueden repetirse incluso con fiebre leve o con baños calientes, y pueden aparecer distintos tipos de convulsiones, lo que requiere una evaluación urgente. Padres y profesionales también pueden observar que el desarrollo, que al principio iba según lo esperado, empieza a enlentecerse o a estancarse tras estas primeras convulsiones: estos patrones son signos precoces frecuentes del síndrome de Dravet y explican cómo se detecta por primera vez.