Muchos detectan por primera vez el síndrome de Alport a través de señales sutiles y repetidas del día a día: sangre en la orina que aparece en una prueba rutinaria, una audición algo apagada en la edad escolar o cambios en la vista que motivan una revisión oftalmológica. En los bebés y niños pequeños, el hallazgo más precoz suele ser la hematuria microscópica (glóbulos rojos en la orina que solo se ven en las pruebas), que a veces se detecta después de que una fiebre o una infección lleve a pedir un análisis de orina; a medida que los niños crecen, pueden aparecer proteína en la orina, aumento de la presión arterial y pérdida auditiva gradual. Muchas familias descubren más cuando un profesional de la salud relaciona estas piezas, sobre todo si hay antecedentes de enfermedad renal o pérdida de audición; esto lleva a reconocer los primeros signos del síndrome de Alport y a realizar pruebas genéticas para confirmarlo.