El cáncer es un grupo de enfermedades en las que células anormales crecen y se diseminan. El cáncer puede afectar casi cualquier órgano y puede causar cansancio, cambios de peso, dolor o la aparición de un bulto nuevo. Muchas personas se enteran por primera vez de que tienen cáncer cuando una prueba o una imagen detecta algo durante un chequeo de rutina. Puede ser de corta duración si se detecta pronto y se trata, pero algunos cánceres pueden ser crónicos o reaparecer. El tratamiento suele incluir cirugía, quimioterapia, radioterapia, fármacos dirigidos o inmunoterapia, y la supervivencia varía según el tipo de cáncer y su estadio.

Resumen breve

Síntomas

Los signos de cáncer varían según el tipo y el lugar donde empieza. Los signos más comunes incluyen un bulto nuevo, pérdida de peso sin explicación, cansancio, dolor que no desaparece, tos persistente, sangrado inusual o cambios en el intestino, la vejiga o la piel. Busca atención médica si tienes signos que persisten.

Perspectivas y Pronóstico

Los desenlaces del cáncer varían mucho según el tipo, el estadio, la biología del tumor y tu estado general de salud. Muchos cánceres se tratan muy bien, sobre todo si se detectan de forma precoz; otros requieren tratamientos más largos y combinados, además de un seguimiento estrecho. Los avances en fármacos dirigidos, inmunoterapia y cirugía de precisión siguen mejorando la supervivencia y la calidad de vida.

Causas y factores de riesgo

El cáncer se desarrolla a partir de cambios genéticos acumulados, influenciados por la edad y el azar. Los factores de riesgo de cáncer incluyen el tabaco, el alcohol, el exceso de peso, la inactividad, ciertas infecciones, la radiación o la radiación UV, productos químicos ambientales o laborales, la exposición a hormonas, la inmunosupresión y las mutaciones hereditarias o los antecedentes familiares.

Influencias genéticas

La genética influye en el cáncer, pero no todos los cánceres son hereditarios. La mayoría aparecen por cambios adquiridos en el ADN a lo largo del tiempo; una proporción menor se debe a variantes heredadas como BRCA1/2. Los antecedentes familiares, el origen étnico y los estudios del tumor pueden orientar el cribado, la prevención y el tratamiento.

Diagnóstico

Los médicos diagnostican el cáncer usando tu historia clínica, la exploración física y las pruebas de imagen. El diagnóstico de cáncer se confirma con una biopsia, donde una pequeña muestra de tejido se examina al microscopio. Otras pruebas, como estudios de imagen adicionales y análisis genético del tumor, ayudan a estadificar la enfermedad y a orientar el tratamiento.

Tratamiento y medicamentos

La atención del cáncer es personalizada. El tratamiento suele combinar cirugía, medicamentos como quimioterapia, terapias dirigidas o inmunoterapia, y radioterapia, elegidos según el tipo y el estadio del cáncer. Muchas personas también se benefician de la atención de apoyo para el dolor, el cansancio, la nutrición y el bienestar emocional durante el tratamiento del cáncer.

Síntomas

El cáncer puede ser difícil de detectar pronto porque los signos dependen de dónde empieza y de lo rápido que crece. Las manifestaciones varían de una persona a otra y pueden cambiar con el tiempo. Los signos precoces de cáncer pueden parecer problemas cotidianos—cansancio, pequeños bultos o cambios en el peso—por eso es clave fijarte en lo que persiste. Si un síntoma nuevo dura más de un par de semanas o altera tu vida diaria, habla con un profesional de la salud.

  • Pérdida de peso: Perder peso sin intentarlo puede ser un signo temprano de algunos cánceres. Si tu ropa te queda más suelta durante semanas o meses sin cambios en la dieta o el ejercicio, conviene revisarlo.

  • Cansancio persistente: Un cansancio que no mejora con el descanso o el sueño y que se prolonga durante semanas puede ser una señal de alerta. Puede deberse a sangrado oculto, inflamación o cambios en todo el organismo.

  • Dolor persistente: Un dolor continuo o que empeora, especialmente por la noche o en un punto concreto, debe valorarse. Las causas frecuentes incluyen distensiones y artrosis, pero un dolor que regresa sin un desencadenante claro merece atención.

  • Bulto o hinchazón nuevos: Un bulto firme que crece bajo la piel—en una mama, testículo, cuello o axila—puede estar relacionado con cáncer. Los bultos indoloros que no desaparecen tras unas semanas deben revisarse.

  • Cambios en piel o lunares: Una mancha nueva o un lunar que cambia de tamaño, forma o color puede indicar cáncer de piel. Picor, sangrado o una llaga que no cicatriza en zonas expuestas al sol son otras pistas.

  • Tos o ronquera persistentes: Una tos que dura más de tres semanas o una voz que sigue ronca puede estar relacionada con cáncer de pulmón o de garganta. La falta de aire, el dolor en el pecho o toser sangre requieren atención médica rápida.

  • Cambios en el intestino: Estreñimiento continuo, diarrea, heces más finas o sangre en las heces pueden señalar cáncer de colon o recto. Los signos que persisten más allá de unas semanas deben evaluarse.

  • Cambios en la vejiga: Necesidad de orinar con más frecuencia, escozor al orinar u orina con aspecto rosado o rojo pueden aparecer. Infecciones, cálculos o medicamentos son causas frecuentes, pero la sangre o el dolor persistentes merecen una revisión.

  • Dificultad para tragar: Que la comida se atasque, atragantarte con frecuencia o acidez persistente puede dificultar terminar las comidas. Si los problemas para tragar continúan o empeoran, una evaluación puede buscar estrechamiento u otras causas.

  • Sangrado inusual: Sangrado entre periodos, después de las relaciones sexuales, por el recto o en la orina a veces puede deberse a cáncer. Los sangrados nasales, el sangrado de encías o la aparición fácil de moretones sin golpe también merecen atención.

  • Llagas que no curan: Una llaga en la boca, en la piel o en los genitales que no cicatriza en tres semanas debe revisarse. Prótesis dentales que de repente rozan o una placa blanca o roja en la boca conviene mencionarlas en tu consulta.

  • Fiebres o infecciones frecuentes: Infecciones repetidas o fiebres sin un origen claro pueden señalar un problema del sistema inmunitario o de la sangre. Piel pálida, aparición fácil de moretones o sentirte exhausto pueden aparecer junto a esto.

Cómo las personas suelen darse cuenta por primera vez

Muchas personas notan por primera vez un cáncer por la aparición de algo nuevo o cambiante en su cuerpo que no desaparece, como un bulto, un sangrado inusual, una llaga que no cicatriza o una tos o ronquera persistentes. Otras perciben cambios más generales y duraderos: pérdida de peso sin explicación, cansancio que se siente distinto al cansancio habitual, sudores nocturnos o un dolor nuevo que va en aumento, lo que les lleva a consultar con un profesional de la salud. A veces, los primeros signos de cáncer se detectan de forma incidental en pruebas de cribado o en estudios de imagen de rutina, por lo que las pruebas recomendadas (como mamografías, citologías, colonoscopias y tomografías computarizadas de baja dosis en fumadores que cumplen los criterios) son tan importantes incluso cuando te sientes bien.

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Tipos de Cancer

El cáncer no es una sola enfermedad; es un grupo amplio de afecciones que se comportan de manera diferente según dónde empiezan y cómo se ven y crecen las células. Cuando la gente pregunta por los tipos de cáncer, suele referirse a categorías generales basadas en el tipo de célula de origen, lo que ayuda a orientar las pruebas y el tratamiento. Los profesionales suelen describirlos en estas categorías: carcinomas, sarcomas, leucemias, linfomas, mielomas y ciertos tipos raros. No todo el mundo presentará todos los tipos.

Carcinomas

Empiezan en las células que recubren órganos como la mama, el colon, el pulmón, la próstata o la piel. Son los tipos de cáncer más frecuentes y a menudo forman tumores sólidos. Los signos varían según el órgano, como un bulto nuevo, sangrado o cambios en el hábito intestinal.

Sarcomas

Surgen de los tejidos conectivos como el músculo, la grasa, el hueso o el cartílago. Tienden a formar masas sólidas en las extremidades, el abdomen o el tórax. Dolor, hinchazón o un bulto que crece son signos precoces frecuentes de cáncer en este grupo.

Leucemias

Comienzan en las células formadoras de la sangre en la médula ósea y circulan por el torrente sanguíneo en lugar de formar tumores sólidos. Puedes notar cansancio, infecciones frecuentes, o facilidad para presentar hematomas y sangrado. Los análisis de sangre suelen mostrar glóbulos blancos anormales.

Linfomas

Empiezan en el sistema linfático, que incluye los ganglios linfáticos y las células del sistema inmunitario. Ganglios linfáticos aumentados e indoloros en el cuello, la axila o la ingle son frecuentes, a veces con fiebre, sudoración nocturna o pérdida de peso. Suele hacer falta realizar estudios de imagen y una biopsia de ganglio para confirmar el tipo.

Mielomas

Se desarrollan a partir de células plasmáticas en la médula ósea. Puede aparecer dolor óseo, anemia, infecciones frecuentes o niveles altos de calcio. El dolor de espalda o costillas y las fracturas pueden ser signos tempranos.

Sistema nervioso central

Incluye tumores del cerebro y la médula espinal que empiezan en el tejido nervioso. Pueden aparecer dolores de cabeza, convulsiones, problemas de equilibrio o cambios en la visión según la localización del tumor. Algunos crecen lentamente, mientras que otros pueden evolucionar con rapidez.

Tumores neuroendocrinos

Empiezan en células productoras de hormonas que se encuentran en órganos como el páncreas, los pulmones o los intestinos. Los signos pueden incluir sofocos, diarrea o azúcar baja en sangre si se liberan hormonas, o síntomas de presión por una masa. Muchos crecen lentamente pero aun así pueden diseminarse.

Tumores de células germinales

Surgen de células reproductivas en los ovarios o los testículos, y también pueden aparecer en el tórax o el abdomen. Un bulto testicular indoloro, dolor pélvico o hinchazón son pistas frecuentes. Los marcadores en sangre y las pruebas de imagen ayudan a orientar el diagnóstico y el tratamiento.

¿Sabías?

Algunas alteraciones hereditarias, como las variantes en BRCA1 o BRCA2, aumentan la probabilidad de cáncer de mama u ovario precoz y pueden hacer que los cánceres aparezcan a edades más jóvenes o en ambas mamas. Las variantes del síndrome de Lynch (MLH1, MSH2, MSH6, PMS2) a menudo provocan cáncer colorrectal o uterino precoz.

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Causas y Factores de Riesgo

El cáncer suele comenzar cuando las células acumulan daño en el ADN a lo largo de muchos años. El riesgo aumenta con la edad y es mayor si fumas, consumes alcohol en exceso, sigues una alimentación poco saludable, tienes obesidad o haces poca actividad física. La luz solar y la radiación UV, algunas infecciones como el VPH o la hepatitis, la radiación y ciertas exposiciones en el trabajo o en el aire pueden aumentar el riesgo. Algunas personas heredan cambios en genes o tienen un fuerte antecedente familiar que eleva sus probabilidades, mientras que otras desarrollan cambios nuevos en los genes durante la vida. Tener factores de riesgo no significa que vayas a desarrollar la enfermedad con seguridad, y los signos precoces de cáncer pueden no ser evidentes.

Factores de Riesgo Ambientales y Biológicos

El cáncer se desarrolla con el tiempo cuando las células acumulan cambios que les permiten crecer cuando no deberían. Tanto lo que ocurre dentro de tu cuerpo como lo que encuentras en tu entorno puede aumentar el riesgo. Los médicos suelen agrupar los riesgos en internos (biológicos) y externos (ambientales). Conocerlos puede ser tan importante como estar atento a los signos precoces de cáncer.

  • Edad avanzada: El riesgo de cáncer aumenta con los años porque los sistemas de reparación celular se ralentizan y el daño se acumula. La mayoría de los cánceres se diagnostican en etapas tardías de la vida, aunque algunos aparecen en niños y adultos jóvenes.

  • Exposición a hormonas: Una exposición prolongada o elevada a hormonas como el estrógeno o los andrógenos puede aumentar el riesgo de cánceres como mama, útero y próstata. El momento natural de la primera menstruación, los embarazos y la menopausia determina la exposición hormonal a lo largo de la vida.

  • Inflamación crónica: La inflamación mantenida puede impulsar la renovación celular repetida y el daño del ADN, aumentando el riesgo de cáncer. Afecciones como el reflujo de larga evolución o la enfermedad inflamatoria intestinal elevan el riesgo en los tejidos afectados.

  • Inmunosupresión: Un sistema inmunitario debilitado dificulta eliminar células infectadas por virus o anómalas, lo que eleva el riesgo de cáncer. Se observan riesgos más altos tras un trasplante de órgano, con medicamentos inmunosupresores a largo plazo o con infección por VIH avanzada.

  • Radiación ionizante: Una exposición alta o repetida a radiografías, tomografías computarizadas (TC) o radioterapia previa puede dañar el ADN y aumentar el riesgo de cáncer más adelante. Las fuentes ambientales por accidentes nucleares también contribuyen, aunque estas exposiciones son poco frecuentes.

  • Radiación UV: La luz ultravioleta del sol daña el ADN de las células de la piel y aumenta el riesgo de cáncer de piel. El riesgo se acumula con la exposición a lo largo de los años.

  • Contaminación del aire: Las partículas finas y los gases de escape diésel se relacionan con el cáncer de pulmón y pueden afectar a otros órganos. La contaminación del aire urbana o industrial puede sumarse al riesgo de cáncer a lo largo de la vida.

  • Exposiciones laborales: Los carcinógenos en el trabajo como el asbesto, el benceno, el formaldehído, el cloruro de vinilo y la sílice aumentan el riesgo de cáncer en los trabajadores expuestos. El riesgo suele depender de la intensidad y la duración de la exposición.

  • Gas radón: Este gas radiactivo natural puede acumularse en interiores y es una causa ambiental principal de cáncer de pulmón. El riesgo aumenta con niveles interiores más altos y más tiempo pasado en edificios afectados.

  • Infecciones: Ciertas infecciones elevan el riesgo de cáncer, como el VPH, las hepatitis B y C, el virus de Epstein–Barr, el HTLV-1 y Helicobacter pylori. Pueden desencadenar inflamación crónica o cambios directos en las células que conducen al cáncer.

  • Contaminantes químicos: El arsénico en el agua potable y las aflatoxinas de granos o frutos secos con moho son riesgos bien establecidos de cáncer en algunas regiones. Algunos disolventes industriales y subproductos también pueden contribuir cuando la exposición es alta o prolongada.

  • Tratamiento oncológico previo: Algunos medicamentos de quimioterapia y la radioterapia recibida anteriormente pueden aumentar la probabilidad de un segundo cáncer años después. El riesgo depende de los medicamentos específicos, la dosis total y la edad al tratamiento.

  • Cambios precancerosos: Alteraciones anómalas del tejido como pólipos de colon, esófago de Barrett o displasia cervical señalan un mayor riesgo de cáncer local. Estos cambios reflejan pasos iniciales hacia el cáncer en esos tejidos.

  • Cicatrización de órganos: La cicatrización mantenida en órganos, como la cirrosis hepática, eleva el riesgo de cáncer en ese tejido. La cicatrización crea ciclos de lesión y reparación que pueden causar daño del ADN con el tiempo.

Factores de Riesgo Genéticos

Algunos cánceres se presentan con frecuencia en las familias por cambios heredados en genes concretos. Estos factores genéticos de riesgo de cáncer no causan todos los casos, pero cuando están presentes pueden aumentar el riesgo de por vida para ciertos tipos de tumores y pueden verse en varias generaciones. Portar un cambio genético no garantiza que la enfermedad vaya a aparecer.

  • BRCA1/BRCA2 variants: Los cambios heredados en BRCA1 o BRCA2 pueden aumentar mucho la probabilidad de cáncer de mama y de ovario. También pueden elevar el riesgo de cáncer de próstata y de páncreas, y de cáncer de mama en hombres.

  • Lynch syndrome genes: Los cambios heredados en genes de reparación del ADN vinculados al síndrome de Lynch elevan el riesgo de cáncer colorrectal y de endometrio. También pueden aparecer con más frecuencia cánceres de ovario, estómago, intestino delgado y vías urinarias.

  • TP53 (Li-Fraumeni): Los cambios en TP53 pueden conllevar un riesgo de por vida muy alto de muchos cánceres, a menudo a edades tempranas. Los tumores frecuentes incluyen sarcomas, tumores cerebrales, cáncer de mama, leucemia y cánceres de la glándula suprarrenal.

  • APC (FAP): Las variantes nocivas en APC causan la poliposis adenomatosa familiar, con cientos a miles de pólipos en el colon. Sin atención precoz, el cáncer colorrectal es muy probable, a veces en la adolescencia o al inicio de la edad adulta.

  • PTEN (Cowden): Los cambios en PTEN aumentan el riesgo de cáncer de mama, tiroides, endometrio y riñón. Muchas personas también desarrollan crecimientos no cancerosos que señalan la enfermedad.

  • STK11 (Peutz-Jeghers): Las variantes en STK11 causan pólipos en el tubo digestivo y manchas oscuras características en los labios o la boca. Aumentan los riesgos de cáncer de páncreas, estómago e intestinos, mama, ovario y cuello uterino.

  • CDH1 variants: Los cambios heredados en CDH1 elevan el riesgo de cáncer gástrico difuso y cáncer de mama lobulillar. El riesgo puede aparecer a edades más tempranas que en la población general.

  • RET (MEN2): Las variantes nocivas en RET causan un alto riesgo de cáncer medular de tiroides. También pueden aparecer tumores suprarrenales llamados feocromocitomas y hiperactividad de las paratiroides.

  • VHL syndrome: Las variantes en el gen VHL elevan el riesgo de cáncer renal de células claras y de múltiples tumores benignos y malignos. Con el tiempo, puedes desarrollar tumores en el cerebro, la médula espinal, los ojos o las glándulas suprarrenales.

  • Moderate-risk genes: Los cambios en genes como PALB2, CHEK2 y ATM pueden aumentar de forma moderada la probabilidad de cáncer de mama u otros cánceres. El impacto global suele depender de la variante exacta y de los antecedentes familiares.

  • Polygenic risk: Muchos cambios comunes en el ADN con efectos pequeños pueden sumarse y modificar el riesgo global de cáncer. Las puntuaciones de riesgo poligénico se usan cada vez más en investigación y en algunas clínicas para afinar quién puede beneficiarse de controles más precoces.

  • Ancestry-specific variants: Ciertos cambios heredados son más frecuentes en grupos específicos, como algunas variantes de BRCA1/BRCA2 en personas con ascendencia judía askenazí. Conocer tu ascendencia puede ayudar a adaptar la prueba genética más informativa.

  • Family history patterns: Varios familiares con los mismos cánceres o cánceres relacionados, diagnósticos a edades tempranas o cánceres en un mismo lado de la familia sugieren una predisposición heredada. Este patrón puede orientar si conviene realizar pruebas genéticas.

  • De novo or mosaic: Un cambio genético puede surgir por primera vez en un individuo, por lo que puede no haber un historial familiar claro. Los cambios en mosaico presentes solo en algunas células también pueden influir en tu riesgo personal y en lo que se transmite a los hijos.

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Factores de Riesgo del Estilo de Vida

Muchos hábitos comunes influyen en el riesgo de cáncer con el paso del tiempo. Los factores de riesgo relacionados con el estilo de vida más importantes para el cáncer incluyen el tabaco, el alcohol, la alimentación, el peso corporal y la actividad física. Entender cómo el estilo de vida afecta al cáncer puede guiar cambios prácticos con impacto real. A continuación verás los principales factores de riesgo relacionados con el estilo de vida y cómo actúan.

  • Consumo de tabaco: Fumar cigarrillos y usar otros productos de tabaco causa muchos cánceres, como pulmón, cabeza y cuello, vejiga y páncreas. Dejarlo a cualquier edad reduce el riesgo futuro y mejora los resultados del tratamiento.

  • Consumo de alcohol: Beber de forma regular aumenta el riesgo de cáncer de mama, colorrectal, hígado, esófago y tumores de cabeza y cuello. Reducir o evitar el alcohol disminuye el riesgo acumulado.

  • Exceso de peso corporal: El sobrepeso y la obesidad aumentan el riesgo de al menos 13 cánceres, incluidos mama (posmenopáusico), colorrectal, uterino, riñón y páncreas. Perder peso de forma mantenida puede reducir señales hormonales y de inflamación que impulsan el crecimiento tumoral.

  • Inactividad física: Hacer muy poca actividad moderada o vigorosa aumenta el riesgo de cáncer de mama, colorrectal y endometrial. El ejercicio regular ayuda a regular la insulina, las hormonas sexuales y la inflamación que influyen en el desarrollo de tumores.

  • Tiempo sedentario: Permanecer sentado largos periodos se asocia a un mayor riesgo de cáncer de colon, endometrio y pulmón, independientemente del ejercicio. Interrumpir el tiempo sentado con breves pausas de movimiento puede reducir estos efectos.

  • Calidad de la dieta: Dietas ricas en ultraprocesados, azúcares añadidos y pobres en alimentos integrales se asocian a un mayor riesgo global de cáncer. Priorizar alimentos mínimamente procesados favorece perfiles hormonales y metabólicos más saludables.

  • Carnes rojas y procesadas: Consumir con frecuencia carnes procesadas y altas cantidades de carne roja aumenta el riesgo de cáncer colorrectal. Limitar las carnes procesadas y mantener la carne roja en porciones moderadas reduce la exposición a compuestos carcinógenos.

  • Métodos de cocción: Chamuscar o freír/asar a la parrilla a altas temperaturas las carnes forma carcinógenos como las HCA y los PAH. Usar métodos de menor temperatura, marinar y evitar el chamuscado puede reducir estas exposiciones.

  • Fibra y vegetales: Más fibra, cereales integrales, legumbres, frutas y verduras se asocian a menor riesgo de cáncer colorrectal y global. Estos alimentos apoyan una microbiota más saludable y reducen subproductos dañinos en el intestino.

  • Terapia hormonal: El uso prolongado de terapia combinada con estrógeno y progestágeno aumenta el riesgo de cáncer de mama, mientras que la terapia solo con estrógeno puede elevar el riesgo de cáncer de útero. Usar la dosis eficaz más baja el menor tiempo posible y revisar el tratamiento con un profesional con regularidad puede reducir el riesgo.

  • Decisiones reproductivas: Tener hijos a edades más tempranas, tener más hijos y la lactancia se asocian a menor riesgo de cáncer de mama y ovario a lo largo de la vida. Elegir amamantar cuando sea posible puede aportar una protección modesta.

Prevención de Riesgos

No puedes eliminar todos los riesgos de cáncer, pero sí puedes reducirlos con hábitos constantes y alcanzables y con una atención médica adecuada. La prevención incluye medidas médicas, como las vacunas, y cambios en tu estilo de vida, como hacer ejercicio. Las pruebas de cribado ayudan a detectar problemas de forma precoz —a veces antes de que notes signos tempranos de cáncer—, cuando el tratamiento suele funcionar mejor.

  • Vida sin tabaco: Evita fumar y vapear, y aléjate del humo de segunda mano. El tabaco se asocia a muchos cánceres, incluidos los de pulmón, garganta, vejiga y páncreas.

  • Vacunas contra VPH y Hep B: Vacúnate contra el virus del papiloma humano (VPH) y la hepatitis B si cumples los criterios. Estas vacunas reducen el riesgo de cáncer de cuello uterino, ano, garganta e hígado.

  • Protección solar y UV: Usa protector solar de amplio espectro, viste ropa protectora y busca sombra, especialmente al mediodía. Esto ayuda a prevenir el cáncer de piel, incluido el melanoma.

  • Limita el alcohol: Si bebes, que sea poco: menos bebidas por semana reduce el riesgo. El alcohol aumenta la probabilidad de cáncer de mama, colorrectal, de boca, de garganta y de hígado.

  • Peso corporal saludable: Apunta a un peso adecuado para tu cuerpo a largo plazo. Mantener un peso estable puede reducir el riesgo de varios cánceres, incluidos el de mama y el colorrectal.

  • Muévete la mayoría de días: Incorpora actividad regular a tu semana con caminatas, ciclismo o deportes. La actividad física ayuda a reducir el riesgo de cáncer de colon, de mama y otros.

  • Alimentación basada en plantas: Llena la mayoría de tus comidas con verduras, frutas, legumbres y cereales integrales, y limita las carnes procesadas y rojas. Este patrón se asocia con menor riesgo de cáncer colorrectal y de cáncer en general.

  • Cribado y chequeos: Mantén al día las pruebas según tu edad y tus factores de riesgo, como mamografías, colonoscopia o pruebas de heces, pruebas de Pap/VPH y TC de baja dosis para grandes fumadores. El cribado puede detectar el cáncer de forma temprana o identificar cambios precancerosos.

  • Medición de radón en casa: Mide el radón en tu vivienda y corrige los niveles altos con ventilación o sellado. La exposición al radón aumenta el riesgo de cáncer de pulmón, incluso en no fumadores.

  • Trabajo más seguro: Usa equipo de protección y sigue las normas de seguridad si trabajas con polvos, humos, disolventes u otros químicos. Reducir la exposición puede disminuir los riesgos de cáncer ocupacional.

  • Salud sexual responsable: Usa preservativos o barreras orales y considera la vacunación frente al VPH para reducir el riesgo de infecciones. El sexo más seguro disminuye la probabilidad de cánceres relacionados con el VPH.

  • Planificación del riesgo familiar: Si familiares cercanos tuvieron cáncer —especialmente a edades tempranas—, pregunta por el asesoramiento y las pruebas genéticas. Las familias de alto riesgo pueden beneficiarse de un cribado más precoz, seguimiento adicional o medicamentos para reducir el riesgo.

Qué tan efectiva es la prevención?

La prevención del cáncer reduce el riesgo, pero no puede eliminarlo. No fumar, limitar el alcohol, mantenerte activo, cuidar un peso saludable, protegerte del sol y las vacunas (VPH, hepatitis B) pueden prevenir muchos cánceres o sus lesiones precursoras. Las pruebas de cribado como la citología (Pap), la colonoscopia, la mamografía y la TC de baja dosis en fumadores de alto riesgo detectan el cáncer en fases tempranas, cuando el tratamiento es más eficaz. En los riesgos hereditarios, opciones como adelantar el cribado y la cirugía para reducir el riesgo pueden disminuirlo de forma importante, pero los beneficios dependen de tus genes, tu edad y de que sigas el plan de forma constante.

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Transmisión

El cáncer no es contagioso: no puedes “contagiarte” de cáncer por abrazar, besar, tener relaciones sexuales, compartir comida o vasos, toser o donar sangre. En casos muy raros, una célula cancerosa puede transmitirse a través de un trasplante de órgano o tejido; por eso se evalúa a los donantes y los receptores toman medicamentos inmunosupresores para evitar el rechazo, con un seguimiento estrecho.

Lo que sí puede contagiarse son algunas infecciones que aumentan el riesgo de cáncer —sobre todo el virus del papiloma humano (HPV) y las hepatitis B o C—, así que las vacunas, el sexo más seguro y no compartir agujas ayudan. La mayoría de los cánceres no se heredan, pero en algunas familias se transmiten cambios en genes que aumentan el riesgo; así es como el cáncer se hereda en una minoría de personas y refleja la transmisión genética del riesgo de cáncer, no de la enfermedad en sí.

Cuándo hacerse pruebas genéticas

Considera hacerte pruebas genéticas si hay muchos casos de cáncer en tu familia, si te diagnosticaron a una edad temprana o si tienes múltiples cánceres o cánceres poco frecuentes. Las pruebas pueden orientar un seguimiento, una prevención y opciones de tratamiento a tu medida, incluidas terapias dirigidas. Pídele a un profesional en genética que revise tu historia personal y familiar para elegir el mejor momento para realizar las pruebas.

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Diagnóstico

Puedes notar pequeños cambios en tus rutinas diarias, como sentirte inusualmente cansado, una tos que no se va o un bulto que antes no estaba. Estas pistas suelen llevarte a una consulta con tu equipo de salud, donde el foco está en cómo se diagnostica el cáncer y cuáles son los siguientes pasos. El diagnóstico de cáncer suele basarse en una combinación de exámenes, pruebas de imagen y una muestra de tejido llamada biopsia para confirmarlo. Muchas personas sienten alivio simplemente al saber qué está ocurriendo realmente.

  • Historia clínica y examen: Tu profesional pregunta por los signos, su tiempo de evolución y los factores de riesgo, y luego explora la zona de preocupación. Los patrones en cambios de peso, dolor, sangrado o hinchazón orientan qué pruebas realizar a continuación.

  • Análisis de sangre: Las pruebas generales pueden buscar anemia, signos de inflamación o cómo están funcionando los órganos. Algunos cánceres liberan marcadores, pero por sí solos suelen no ser suficientes para diagnosticar.

  • Pruebas de imagen: La radiografía, la TC, la RM o la PET crean imágenes del cuerpo para detectar masas inusuales o ganglios aumentados. La imagen ayuda a mostrar el tamaño y la ubicación, y orienta si se necesita una biopsia.

  • Ecografía: Las ondas sonoras crean imágenes en tiempo real de tejidos blandos, mama, tiroides o abdomen. Puede ayudar a diferenciar si un bulto es sólido o lleno de líquido y puede guiar una aguja durante la biopsia.

  • Endoscopia: Se usa una cámara fina y flexible para mirar dentro de zonas como el colon, el estómago, los pulmones o la vejiga. Si algo parece anormal, se pueden tomar pequeñas muestras durante el mismo procedimiento.

  • Biopsia: Se extrae un pequeño fragmento de tejido con una aguja, un endoscopio o una cirugía menor. Bajo el microscopio, los patólogos confirman si las células son cancerosas y de qué tipo son.

  • Citología: Se examinan células recogidas de líquidos o de frotis de superficie, como una prueba de Papanicolaou o una muestra de esputo. Esto puede detectar células anormales o cancerosas sin una muestra completa de tejido.

  • Pruebas moleculares: Si se confirma el cáncer, la muestra del tumor puede analizarse en busca de cambios genéticos. Los resultados pueden ayudar a ajustar los tratamientos a las características específicas del cáncer.

  • Pruebas de estadificación: Estudios de imagen adicionales y, a veces, toma de muestra de médula ósea o de ganglios linfáticos comprueban hasta dónde se ha extendido el cáncer. La estadificación ayuda a planificar el tratamiento y a estimar el pronóstico.

  • Programas de cribado: Pruebas como mamografías, colonoscopia, pruebas de Papanicolaou o TC de baja dosis para fumadores de alto riesgo buscan cáncer antes de que aparezcan signos. Los resultados anormales del cribado llevan a pruebas de seguimiento para confirmar el diagnóstico.

Etapas de Cancer

La estadificación describe cuánto ha crecido o se ha diseminado el cáncer y ayuda a decidir el tratamiento y el pronóstico. Se pueden sugerir diferentes pruebas para determinar el estadio, como estudios de imagen, biopsias y evaluación de los ganglios linfáticos cercanos. Aunque el estadio no siempre coincide con los signos precoces del cáncer, la mayoría de los tumores sólidos usan un sistema similar de 0–IV, con detalles que varían según el tipo de cáncer.

Stage 0

In situ: Las células anormales están limitadas a la capa donde comenzaron y no han invadido tejido más profundo. Suele detectarse mediante cribado; el tratamiento busca extirpar o vigilar de cerca la zona.

Stage I

Tumor localizado: Un cáncer pequeño está limitado a una zona y no ha alcanzado los ganglios linfáticos. La cirugía o una terapia local dirigida suelen ser eficaces, y el pronóstico generalmente es favorable.

Stage II

Más grande o profundo: El tumor es mayor o ha crecido más hacia el tejido cercano; la afectación de ganglios linfáticos depende del tipo de cáncer. La atención suele combinar cirugía con radioterapia o quimioterapia.

Stage III

Diseminación regional: El cáncer ha alcanzado estructuras cercanas o ganglios linfáticos regionales. El tratamiento suele implicar múltiples terapias a la vez, y en algunos cánceres aún puede ser posible la curación.

Stage IV

Diseminación a distancia: El cáncer se ha metastatizado a órganos alejados del lugar donde comenzó. El tratamiento se centra en el control y el alivio de los síntomas, con el objetivo de prolongar la vida; las terapias dirigidas o inmunoterapias pueden ser opciones.

¿Sabías sobre las pruebas genéticas?

¿Sabías que las pruebas genéticas pueden ayudarte a saber si portas cambios hereditarios que aumentan tu riesgo de ciertos cánceres, para que empieces a hacerte pruebas de detección antes y detectes los problemas cuando son más tratables? También pueden guiar una atención personalizada si ya tienes un diagnóstico, ayudando a tu equipo a elegir medicamentos que se dirijan a las características específicas de tu tumor. Para muchas familias, los resultados ayudan a que sus seres queridos decidan si deben hacerse la prueba también, convirtiendo el conocimiento en un plan de prevención.

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Perspectivas y Pronóstico

Mirar hacia adelante puede imponer respeto, pero la mayoría de las personas quiere una idea clara de qué esperar con el cáncer. El pronóstico depende del tipo de cáncer, del estadio al diagnóstico, de la rapidez con la que crecen las células y de tu salud general. Los tratamientos han mejorado la supervivencia en muchos cánceres en las últimas dos décadas, y algunos cánceres ahora tienen tasas de supervivencia a cinco años por encima del 90% cuando se detectan de forma precoz. Los signos precoces del cáncer pueden ser sutiles, así que el cribado y la evaluación rápida de cualquier cambio —como un bulto nuevo, pérdida de peso sin causa aparente o tos persistente— suelen conducir a mejores resultados.

El pronóstico describe cómo tiende a evolucionar o estabilizarse una enfermedad con el tiempo. En cánceres localizados detectados pronto, la cirugía o la radioterapia dirigida pueden ser curativas; cuando el cáncer ya se ha diseminado, las combinaciones de quimioterapia, fármacos dirigidos, inmunoterapia y radioterapia aún pueden controlar la enfermedad durante años. La mortalidad varía mucho: algunos cánceres agresivos conllevan riesgos más altos a corto plazo, mientras que otros avanzan lentamente y quizá nunca lleguen a limitar la vida. Con atención continuada, muchas personas mantienen una buena calidad de vida durante y después del tratamiento, controlando los efectos secundarios con terapias de apoyo y ajustes en el estilo de vida.

Habla con tu médico sobre cómo podría ser tu pronóstico personal. Tu equipo puede explicarte estadísticas específicas por estadio, cómo las características de tu tumor afectan la respuesta al tratamiento y si los ensayos clínicos o las pruebas genéticas podrían afinar las predicciones. No todas las personas con la misma alteración genética tendrán el mismo pronóstico, así que los números orientan, pero no garantizan. Comprender el pronóstico puede guiar tu planificación y ayudarte a centrarte en los tratamientos y hábitos que favorecen tanto la duración como la calidad de vida.

Efectos a Largo Plazo

El cáncer puede dejar efectos duraderos que aparecen meses o años después del tratamiento y afectan tu energía, tu pensamiento, tu estado de ánimo y órganos concretos. Los efectos a largo plazo varían mucho y dependen del tipo de cáncer, los tratamientos utilizados y tu salud en general. Esto es distinto de los signos precoces del cáncer, que a menudo mejoran con el tratamiento. Los médicos suelen describirlos como efectos a largo plazo o desenlaces crónicos.

  • Fatiga persistente: El cansancio puede mantenerse incluso después de terminar el tratamiento. Puede fluctuar con altibajos y no siempre se corresponde con lo activo que estés.

  • Cambios en los nervios: Hormigueo, entumecimiento o ardor en manos o pies pueden aparecer tras ciertos fármacos. Estas sensaciones pueden mejorar lentamente, mantenerse igual o, en raras ocasiones, avanzar.

  • Cambios cognitivos: Muchos notan pérdidas de memoria, pensamiento más lento o dificultad para concentrarse después de la terapia. Estos cambios suelen aliviarse con el tiempo, pero en algunos pueden persistir.

  • Sobrecarga del corazón: Algunos tratamientos pueden debilitar el músculo cardíaco o afectar al ritmo. Tu equipo de atención puede vigilar la función cardíaca durante años.

  • Linfedema: La hinchazón de un brazo, una pierna o el tórax puede ocurrir cuando se extirpan o dañan ganglios linfáticos durante la atención del cáncer. Puede aparecer meses o años después y puede requerir un plan de atención continuo.

  • Desmineralización ósea: Las terapias que reducen hormonas pueden acelerar la pérdida de masa ósea. Esto aumenta el riesgo de fracturas en la columna, la cadera o la muñeca.

  • Cambios en la fertilidad: Algunos tratamientos reducen el recuento de espermatozoides o afectan la reserva de óvulos. Los periodos pueden volverse irregulares o detenerse, y la planificación del embarazo puede requerir la ayuda de un especialista.

  • Salud sexual: Puedes experimentar dolor, sequedad, cambios en la erección o menor deseo. Los cambios en la imagen corporal tras el cáncer también pueden afectar la intimidad.

  • Dolor crónico: Las cicatrices, la rigidez articular o una lesión nerviosa pueden causar dolor continuo. El movimiento suave, los medicamentos o ciertos procedimientos pueden ayudar.

  • Cánceres secundarios: Un pequeño número desarrolla un cáncer nuevo y diferente años después de ciertos tratamientos. Los planes de cribado de por vida buscan detectar los problemas a tiempo.

  • Problemas digestivos: Urgencia para evacuar, diarrea, estreñimiento o reflujo pueden aparecer tras cirugía o radioterapia. Algunas personas notan alimentos desencadenantes y se benefician de planes de nutrición a medida.

  • Salud emocional: La preocupación, el estado de ánimo bajo o la ansiedad tras el tratamiento pueden aparecer cuando termina el cáncer. El apoyo con psicoterapia, pares o medicación puede marcar una gran diferencia.

Cómo es vivir con Cancer

Vivir con cáncer suele significar que tus días se organizan en torno a los ciclos de tratamiento, tus niveles de energía y los controles médicos, con periodos buenos en los que te sientes casi como siempre y otros más duros en los que el cansancio, el dolor, las náuseas o la “neblina por quimioterapia” (chemo brain) te frenan. Muchas personas se vuelven expertas en planificar: dosifican la actividad, protegen el riesgo de infecciones, controlan los síntomas y se reservan tiempo para la alegría y las rutinas de siempre. Los seres queridos pueden asumir nuevos roles —conducir a las citas, ayudar con las comidas o simplemente hacer compañía— y ellos también sienten la carga emocional, por lo que la comunicación abierta y el apoyo compartido son importantes. Con un equipo de atención, buen control de los síntomas y ayuda práctica en casa y en el trabajo, muchos encuentran un ritmo constante que mantiene la vida con sentido incluso durante el tratamiento.

Dr. Wallerstorfer Dr. Wallerstorfer

Tratamiento y Medicamentos

El tratamiento del cáncer busca extirpar o controlar el tumor, impedir que se disemine y aliviar los síntomas para que tu día a día sea más llevadero. Las opciones suelen incluir cirugía, quimioterapia, radioterapia, fármacos dirigidos, inmunoterapia y terapia hormonal; el plan exacto depende del tipo de cáncer, el estadio, la localización, la genética del tumor y tu estado de salud general. Los planes de tratamiento suelen combinar varios enfoques, y pueden administrarse antes de la cirugía (para reducir el tamaño del tumor), después de la cirugía (para disminuir la probabilidad de que vuelva) o como atención a largo plazo para mantener el cáncer bajo control. Cuando el tratamiento se adapta a tus genes, suele llamarse medicina personalizada, y puede ayudarte a acceder a terapias dirigidas o basadas en el sistema inmunitario que tengan más probabilidades de funcionar para tu cáncer específico. Los efectos secundarios varían, y muchos se pueden controlar; pregúntale a tu médico cuál es el mejor punto de partida para ti.

Tratamiento No Farmacológico

Vivir con cáncer suele implicar más que solo medicamentos. Además de los fármacos, las terapias no farmacológicas pueden aliviar signos, proteger la función y apoyar tu vida diaria en casa y en el trabajo. Estas opciones varían según el tipo y estadio del cáncer, y según tus objetivos, y tu plan puede cambiar con el tiempo. Si aparecen problemas nuevos—como fatiga, dolor o dificultades para comer—consúltalo cuanto antes para que el apoyo se integre de forma rápida.

  • Surgery: Extirpar un tumor puede aliviar el dolor, prevenir obstrucciones o mejorar cómo funciona una parte del cuerpo. En algunos cánceres, la cirugía busca curar; en otros, reduce signos y mejora el confort.

  • Radiation therapy: Los haces dirigidos se enfocan en zonas con cáncer para reducir tumores y aliviar el dolor o el sangrado. Puede usarse sola o junto con otros tratamientos, a menudo en sesiones diarias cortas durante varias semanas.

  • Physical therapy: Ejercicios dirigidos ayudan a recuperar fuerza, equilibrio y resistencia después del tratamiento. Los fisioterapeutas te enseñan formas seguras de moverte y manejar la fatiga para que las tareas diarias resulten más llevaderas.

  • Occupational therapy: Estrategias prácticas hacen que bañarte, vestirte, cocinar y las tareas del trabajo sean más seguras y fáciles. Las ayudas técnicas y los consejos para ahorrar energía te ayudan a reservar fuerzas para lo que más te importa.

  • Nutrition counseling: Un dietista te ayuda con la pérdida de apetito, las náuseas, los cambios de peso o los problemas para tragar. Los planes se centran en alimentos que disfrutas y toleras, además de suplementos si hacen falta.

  • Exercise programs: La actividad suave y regular puede reducir la fatiga, preservar la masa muscular y mejorar el ánimo. Los planes se adaptan a tu nivel de energía, tu calendario de tratamiento y cualquier limitación de movimiento.

  • Psychological counseling: La terapia psicológica puede reducir la ansiedad, el estado de ánimo bajo y los problemas de sueño, y reforzar tus habilidades de afrontamiento. Hay opciones individuales, grupos de apoyo o sesiones familiares.

  • Pain procedures: Los bloqueos nerviosos, los tratamientos espinales o las infiltraciones dirigidas pueden aliviar el dolor difícil de controlar. Esto puede reducir la necesidad de analgésicos y mejorar tu actividad y el sueño.

  • Palliative care: Un equipo de apoyo se centra en el confort, el alivio de signos y la calidad de vida en cualquier etapa. Te ayudan a alinear la atención con tus objetivos y también apoyan a los cuidadores.

  • Lymphedema therapy: El masaje especializado, la compresión y los ejercicios ayudan a manejar la hinchazón tras la extirpación de ganglios linfáticos o la radioterapia. La atención precoz puede evitar que empeore y proteger la salud de la piel.

  • Speech therapy: Los terapeutas ayudan con cambios en el habla, la voz y la deglución tras tratamientos de cabeza, cuello o cerebro. Las estrategias y los ejercicios pueden hacer que comer y comunicarte sea más seguro y claro.

  • Fertility counseling: Antes del tratamiento, los especialistas te explican opciones como la congelación de óvulos, espermatozoides o embriones. También abordan los tiempos, la seguridad del embarazo y la planificación familiar tras la terapia.

  • Smoking cessation: Dejar el tabaco puede mejorar la cicatrización, reducir los efectos secundarios del tratamiento y disminuir el riesgo de recaída. El apoyo incluye asesoramiento, planes para dejarlo y opciones de terapia sustitutiva con nicotina.

  • Acupuncture: Las agujas finas colocadas en puntos específicos pueden ayudar con las náuseas, los sofocos, el dolor o los signos por daño de nervios. Pregunta a tu equipo qué problemas puede abordar y cuántas sesiones suelen ser necesarias.

  • Massage therapy: El masaje suave puede aliviar la tensión muscular, la ansiedad y los problemas de sueño. Los terapeutas formados en oncología ajustan las técnicas a los reservorios, zonas de cirugía y riesgo de linfedema.

  • Sleep support: Una rutina de sueño constante, la exposición a la luz por la mañana y hábitos relajantes al final del día pueden mejorar el descanso. Dormir mejor suele aumentar la energía y la claridad mental durante el día.

  • Symptom tracking: Registrar el dolor, las náuseas, los hábitos intestinales o signos precoces de cáncer ayuda a tu equipo a actuar rápido. Los registros sencillos o las apps pueden revelar patrones y desencadenantes que quizá pases por alto.

  • Social work support: Los trabajadores sociales te ayudan con el transporte, las adaptaciones en el trabajo o la escuela, el seguro y la ayuda económica. Pueden conectarte con recursos locales y grupos de apoyo.

  • Sexual health therapy: Los especialistas abordan el dolor con las relaciones sexuales, los cambios en la imagen corporal, el deseo bajo y las inquietudes sobre la intimidad. Las opciones pueden incluir lubricantes, fisioterapia del suelo pélvico y estrategias de comunicación.

¿Sabías que los medicamentos están influenciados por los genes?

Piensa en los medicamentos contra el cáncer como herramientas que encajan de forma distinta según las cerraduras genéticas del tumor. El ADN del tumor y el tuyo pueden cambiar lo bien que funciona un fármaco o cómo lo procesa tu organismo, y esto orienta la elección del tipo de medicamento, la dosis y las opciones de tratamientos dirigidos o de inmunoterapia.

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Tratamientos Farmacológicos

Los medicamentos para el cáncer incluyen quimioterapia, terapias dirigidas, inmunoterapias y bloqueadores hormonales, que a menudo se usan solos o en combinación. El tratamiento se adapta al tipo y estadio del cáncer, a los resultados de biomarcadores, a tu salud y a cómo toleraste la atención previa e incluso los signos precoces de cáncer. No todas las personas responden de la misma manera a un mismo medicamento. Tu equipo de oncología también usa fármacos de apoyo para prevenir o aliviar efectos secundarios y que puedas continuar con el tratamiento.

  • Fármacos con platino: Cisplatino, carboplatino y oxaliplatino dañan el ADN de las células cancerosas para que no se dividan. Se usan en muchos tumores sólidos, a veces con otros fármacos.

  • Taxanos: Paclitaxel, docetaxel y nab‑paclitaxel frenan la división celular al “congelar” el esqueleto interno. Se usan con frecuencia en cáncer de mama, pulmón y ovario.

  • Antraciclinas: Doxorrubicina y epirrubicina bloquean enzimas que las células cancerosas necesitan para copiar el ADN. Los médicos vigilan la salud del corazón durante el tratamiento y pueden limitar la dosis acumulada de por vida.

  • Antimetabolitos: 5‑fluorouracilo, capecitabina, gemcitabina y pemetrexed alteran los bloques de construcción del ADN. Son comunes en la atención del cáncer colorrectal, pancreático y de pulmón.

  • Inhibidores de topoisomerasas: Irinotecán y etopósido interfieren con el desenrollado del ADN en las células tumorales. A menudo se combinan con otros en esquemas con múltiples fármacos.

  • Agentes alquilantes: Ciclofosfamida, ifosfamida, bendamustina y temozolomida dañan el ADN para que mueran las células cancerosas. Se usan en cánceres hematológicos y algunos tumores sólidos.

  • Inhibidores de EGFR: Erlotinib, gefitinib, afatinib y osimertinib actúan sobre células tumorales impulsadas por señales de EGFR. Las pruebas ayudan a identificar quién es más probable que se beneficie.

  • Terapia dirigida a HER2: Trastuzumab, pertuzumab, trastuzumab deruxtecán y T‑DM1 se enfocan en cánceres HER2 positivos. Pueden reducir tumores y disminuir la probabilidad de recaída.

  • Bloqueadores de la vía VEGF: Bevacizumab y ramucirumab cortan el aporte sanguíneo al tumor. A menudo se añaden a la quimioterapia en varios cánceres avanzados.

  • Inhibidores BRAF/MEK: Dabrafenib más trametinib o encorafenib más binimetinib actúan en tumores con mutación BRAF. Es esencial ajustar el fármaco a la mutación.

  • Inhibidores de ALK y ROS1: Alectinib, lorlatinib y crizotinib bloquean señales de crecimiento en ciertos cánceres de pulmón. Estas tabletas pueden controlar la enfermedad durante largos periodos.

  • Inhibidores de PARP: Olaparib, niraparib, rucaparib y talazoparib aprovechan debilidades en la reparación del ADN en algunos cánceres de ovario, mama, páncreas y próstata. A menudo se usan como tratamiento de mantenimiento tras la quimioterapia.

  • Inhibidores de CDK4/6: Palbociclib, ribociclib y abemaciclib ralentizan los motores del ciclo celular en cáncer de mama con receptores hormonales positivos. Suelen combinarse con terapia endocrina.

  • Inhibidores de BTK: Ibrutinib, acalabrutinib y zanubrutinib actúan sobre la señalización de células B en LLC y algunos linfomas. Muchas personas los toman en comprimidos diarios durante meses o años.

  • Inmunoterapia PD‑1/PD‑L1: Pembrolizumab, nivolumab, atezolizumab y durvalumab ayudan al sistema inmunitario a reconocer el cáncer. Pueden actuar durante mucho tiempo, aunque los efectos secundarios inmunitarios requieren atención rápida.

  • Inhibidor de CTLA‑4: Ipilimumab libera un freno de las células inmunitarias para que ataquen los tumores. Puede combinarse con fármacos anti‑PD‑1 en melanoma y otros cánceres.

  • Terapia con células CAR‑T: Tisagenlecleucel y axicabtagene ciloleucel reprograman tus propias células inmunitarias para combatir cánceres hematológicos. Se administran en centros especializados con monitorización estrecha.

  • Terapia hormonal en mama: Tamoxifeno, anastrozol, letrozol y exemestano reducen o bloquean el estrógeno en cáncer de mama con receptores hormonales positivos. Disminuyen el riesgo de recaída y a menudo se toman durante 5–10 años.

  • Terapia hormonal en próstata: Leuprorelina, goserelina, degarelix, abiraterona y enzalutamida reducen o bloquean las señales de testosterona. Estos fármacos pueden controlar el cáncer de próstata avanzado y aliviar los síntomas.

  • Antináuseas: Ondansetrón, aprepitant y olanzapina ayudan a prevenir las náuseas relacionadas con la quimioterapia. Un buen control permite a muchas personas continuar el tratamiento con comodidad.

  • Estimuladores de glóbulos blancos: Filgrastim y pegfilgrastim reducen el riesgo de infección al aumentar los neutrófilos tras la quimioterapia. Este apoyo ayuda a mantener el plan de atención en tiempo y forma.

  • Fármacos para fortalecer hueso: Ácido zoledrónico y denosumab protegen los huesos cuando el cáncer se ha extendido o cuando la terapia hormonal adelgaza el hueso. También reducen el riesgo de fracturas dolorosas.

Influencias Genéticas

Los genes pueden influir en la probabilidad de que alguien desarrolle cáncer, pero solo son una parte del panorama. La mayoría de los cánceres aparecen por cambios en los genes que se acumulan a lo largo de la vida, mientras que una proporción menor —alrededor del 5 a 10 por ciento— se debe a cambios genéticos que heredas al nacer. Cuando son hereditarios, ciertos genes bien conocidos, como BRCA1/BRCA2 o los relacionados con el síndrome de Lynch, pueden aumentar el riesgo de cánceres específicos en una familia. Los antecedentes familiares son una de las pistas más sólidas de una influencia genética. Si varios parientes tuvieron cáncer a edades más tempranas de lo habitual, o el mismo tipo de cáncer aparece en varias generaciones, ese patrón puede indicar un riesgo hereditario. El asesoramiento genético y, cuando corresponde, las pruebas genéticas de riesgo de cáncer pueden aclarar tu riesgo personal y orientar los planes de cribado o prevención, y muchas personas con un cambio hereditario nunca llegan a desarrollar cáncer.

Cómo los genes pueden causar enfermedades

Los seres humanos tienen más de 20 000 genes, y cada uno realiza una o algunas funciones específicas en el cuerpo. Un gen le indica al cuerpo cómo digerir la lactosa de la leche, otro le dice cómo construir huesos fuertes y otro evita que las células comiencen a multiplicarse sin control y se conviertan en cáncer. Como todos estos genes juntos son las instrucciones de construcción de nuestro cuerpo, un defecto en uno de ellos puede tener consecuencias graves para la salud.

A través de décadas de investigación genética, conocemos el código genético de cualquier gen humano sano/funcional. También hemos identificado que, en ciertas posiciones de un gen, algunas personas pueden tener una letra genética diferente a la suya. A estos puntos críticos los llamamos “variaciones genéticas” o simplemente “variantes”. En muchos casos, los estudios han demostrado que tener la letra genética “G” en una posición específica es saludable, mientras que tener la letra “A” en la misma posición interrumpe la función del gen y causa una enfermedad. Genopedia le permite ver estas variantes en los genes y resume todo lo que sabemos de la investigación científica sobre qué letras genéticas (genotipos) tienen consecuencias buenas o malas para su salud o sus rasgos.

Farmacogenética - cómo la genética influye en los medicamentos

El tratamiento del cáncer hoy en día se adapta cada vez más a los genes que se encuentran en el tumor y, en algunos casos, a tus propios genes heredados. Si el cáncer presenta ciertos cambios —como EGFR o ALK en algunos cánceres de pulmón, HER2 en algunos cánceres de mama o BRAF en el melanoma— se eligen medicamentos dirigidos porque actúan sobre esos cambios específicos. Tus genes también pueden influir en cómo tu organismo procesa la quimioterapia, lo que puede afectar la dosis y los efectos secundarios. Por ejemplo, variantes en el gen DPYD pueden dificultar la degradación de 5-fluorouracilo o capecitabina, y cambios en UGT1A1 pueden aumentar el riesgo de efectos secundarios con irinotecán; las pruebas pueden orientar dosis iniciales más seguras. En muchos centros europeos, es común realizar pruebas de DPYD antes de 5-FU, y su uso está aumentando también en Estados Unidos. Aun así, la genética es solo un factor: la edad, la salud del hígado y los riñones, y otros medicamentos también importan. Utilizada junto con el resto de tu historia clínica, la farmacogenética para el tratamiento del cáncer puede ayudar a los médicos a ajustar el fármaco y la dosis con mayor precisión.

Interacciones con otras enfermedades

El cáncer a menudo aparece junto con otras afecciones de salud, lo que puede cambiar cómo se sienten los síntomas y cómo funcionan los tratamientos. Los médicos lo llaman “comorbilidad” cuando dos afecciones ocurren al mismo tiempo, y esta combinación puede afectar la seguridad, los efectos secundarios y la recuperación. Por ejemplo, la diabetes puede aumentar el riesgo de infecciones y retrasar la cicatrización de las heridas durante la cirugía oncológica, mientras que los esteroides usados para controlar los efectos secundarios de la quimioterapia pueden elevar la glucosa en sangre. Las enfermedades del corazón o del pulmón también pueden complicar la atención del cáncer, ya que algunas quimioterapias y la radioterapia exigen más al corazón o empeoran la falta de aire, y el mayor riesgo de coágulos de sangre en el cáncer puede interactuar con los anticoagulantes. Los problemas renales o hepáticos a largo plazo pueden limitar qué medicamentos oncológicos son seguros, y las infecciones crónicas como el VIH o la hepatitis pueden tanto aumentar la probabilidad de ciertos cánceres como elevar el riesgo de infecciones cuando el sistema inmunitario está suprimido. Las enfermedades autoinmunes pueden reactivarse con la inmunoterapia moderna, por lo que los equipos suelen ajustar las dosis, añadir medicamentos preventivos o elegir tratamientos alternativos. Estos solapamientos también pueden difuminar los signos precoces del cáncer, así que una atención coordinada y una comunicación clara entre tu equipo oncológico y otros especialistas ayuda a adaptar un plan que tenga en cuenta toda tu salud.

Condiciones Especiales de Vida

El cáncer puede afectar la vida diaria de forma distinta según la etapa y los eventos vitales. Durante el embarazo, algunos cánceres pueden tratarse de forma segura con medicamentos o cirugía cuidadosamente seleccionados, mientras que las pruebas de imagen y ciertos fármacos se programan para proteger al bebé; un equipo que incluye obstetricia y oncología te ayuda a equilibrar ambas necesidades. Los niños con cáncer suelen tener tumores de crecimiento más rápido, pero también responden bien a tratamientos personalizados; las familias pueden notar cambios en las rutinas escolares, y el crecimiento, el aprendizaje y la protección de la fertilidad forman parte de la planificación a largo plazo. Los adultos mayores con cáncer pueden tener otros problemas de salud o tomar varios medicamentos, por lo que los médicos valoran con atención los beneficios y los efectos secundarios y, a veces, eligen opciones más suaves para mantener la independencia y la calidad de vida. Los deportistas y las personas muy activas con cáncer por lo general pueden seguir en movimiento, pero a menudo hay que ajustar la intensidad según la fatiga, la anemia o la baja inmunidad; trabajar con el equipo de atención ayuda a fijar objetivos seguros. No todo el mundo experimenta los cambios de la misma manera, y los signos precoces de cáncer pueden ser sutiles a cualquier edad, por eso los cambios nuevos y persistentes —como pérdida de peso sin explicación, un bulto o sangrado inusual— requieren consultar al médico a tiempo. Habla con tu médico antes de eventos vitales importantes, viajes o cambios en el entrenamiento, ya que planificar con antelación puede ayudar a que los tratamientos encajen mejor en tu rutina.

Historia

A lo largo de la historia, las personas han descrito hinchazones persistentes que no sanaban, dolores profundos que empeoraban por la noche o un bulto inesperado que crecía lentamente pese a cataplasmas y reposo. Un comerciante podía notar un nódulo duro en el cuello tras una tos invernal; un agricultor podía encontrar sangre en las heces y un cansancio creciente durante la cosecha. Las familias comparaban impresiones en voz baja: una tía con una masa en el pecho a mediana edad, un abuelo con una llaga en el labio que no cerraba. Estos detalles cotidianos, transmitidos en cartas y notas clínicas, trazaron el primer mapa de lo que hoy llamamos cáncer.

Cirujanos de la Antigüedad en Egipto, Grecia, India y China registraron tumores que podían ver o palpar y, en ocasiones, extirpar con cuchillos o hierros candentes. Algunos describieron crecimientos “como un cangrejo”, un término que evocaba la forma en que la enfermedad parecía agarrarse a los tejidos cercanos. Sin microscopios, confiaban en el patrón de signos y en lo que ocurría después de la cirugía. A muchas personas les iba bien tras extirpar un bulto pequeño; otras volvían meses después con dolor, pérdida de peso o nuevos bultos cerca, lo que sugería que la enfermedad podía propagarse más allá del primer foco.

En los siglos XVII y XVIII, las autopsias revelaron crecimientos ocultos en órganos como el hígado, el cerebro y los pulmones. Los médicos empezaron a reconocer que el cáncer podía viajar desde un punto inicial hasta lugares distantes. El siglo XIX trajo el microscopio y, con él, la capacidad de ver células alteradas. Los patólogos aprendieron a distinguir un tumor de otro por la forma y disposición de las células, lo que ayudó a explicar por qué los cánceres se comportan de forma diferente según dónde comienzan y la rapidez con que se dividen sus células. La cirugía se volvió más segura a medida que mejoraron la anestesia y el control de las infecciones, lo que permitió intervenciones más amplias y precisas.

A principios del siglo XX, los rayos X y luego el radio introdujeron la radioterapia, ofreciendo una forma de tratar tumores a los que no podía llegar el bisturí. La quimioterapia surgió a mediados de siglo tras observar que ciertos químicos ralentizaban las células de división rápida. Después llegaron los programas de cribado: la prueba de Papanicolaou redujo las muertes por cáncer de cuello uterino; la mamografía detectó antes los cánceres de mama; la colonoscopia permitió extirpar pólipos precancerosos. Las acciones de salud pública relacionaron el tabaco con el cáncer de pulmón y las exposiciones laborales con tumores concretos, orientando la prevención.

A finales del siglo XX y en el XXI, la genética y la biología molecular reinterpretaron el cáncer como una enfermedad de señales celulares alteradas: genes que actúan como aceleradores atascados o frenos que fallan. Los avances en genética aclararon por qué el cáncer es más frecuente en algunas familias y por qué los tumores en un mismo órgano pueden comportarse de forma muy diferente. Empezaron a desarrollarse fármacos dirigidos a cambios específicos dentro de las células cancerosas, y las inmunoterapias enseñaron al sistema inmunitario a reconocerlas y atacarlas mejor. Hoy, los patólogos suelen combinar lo que ven al microscopio con estudios genéticos del tumor para guiar el tratamiento.

Mirar atrás ayuda a entender por qué la atención del cáncer hoy combina prevención, detección precoz y tratamientos cada vez más personalizados. La historia se extiende desde cuidadosas notas a pie de cama hasta modernas herramientas de laboratorio, y cada paso ha impulsado la supervivencia en muchos cánceres, recordándonos que el progreso surge de unir la observación humana con la ciencia.

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