Muchas familias detectan por primera vez el trastorno del espectro del autismo en los años de la primera infancia, cuando el niño no alcanza los hitos sociales y de comunicación esperados, como un contacto visual limitado, no responder a su nombre o retraso en el balbuceo y en las primeras palabras. Otros signos precoces del trastorno del espectro del autismo pueden incluir movimientos repetitivos (como aleteo de manos), interés intenso por objetos específicos, reacciones muy fuertes a sonidos o texturas, o preferencia por jugar solo en lugar de con otros. A veces, la primera pista aparece en los controles rutinarios, donde el pediatra utiliza herramientas de cribado del desarrollo y puede derivar a la familia para una evaluación completa si las preocupaciones persisten.